La década de 1980 constituyó sin lugar a dudas un periodo único en la historia universal, pero más especialmente si cabe en la historia de los Estados Unidos de America: La guerra fría tocaba a su fín, y con la caída del comunismo en Rusia y sus estados-satélite se abrió para todo el mundo un periodo de paz, distensión, y coexistencia pacífica.
Pero esto cambió en 2001 después de que alguien decidiera organizar y llevar a cabo los atentados del 11 de septiembre. Ante ese atentado, los estadounidenses reaccionaron con miedo y conmoción. Quizás sintieron que no eran tan invulnerables como pensaban, y que ahora tocaba pelear contra otro tipo de amenazas.
Como respuesta al ataque, Estados Unidos declaró la guerra global contra el terrorismo, iniciando sucesivas intervenciones militares en diversos países de Oriente Medio, y sumiéndose en una espiral bélica tan larga como costosa: El nuevo enemigo era un enemigo sin rostro ni uniforme, dispuesto a morir matando, sin motivaciones materiales, y completamente distinto por tanto a todo lo anterior.
El nuevo enemigo resultaba mucho más difícil de combatir que lo estimado en un primer momento, y la guerra global contra el terror demostraría en poco tiempo que podía ser cualquier cosa, excepto un paseo militar. Pero mientras los Estados Unidos empleaban su esfuerzo en combatir al terrorismo islámico, sus antiguos adversarios fueron poco a poco empleando sus recursos financieros y humanos en la modernización y el desarrollo de su armamento.
Cabe descartar que Estados Unidos no estuviera bien informado sobre los nuevos desarrollos de sus antiguos enemigos, pero es evidente que no quería o no podía prestarles la atención que la amenaza requería. ¿Por qué? La conclusión más lógica es que, teniendo en cuenta que desde las últimas etapas de la Guerra Fría hasta el presente Estados Unidos había demostrado una impresionante superación tecnológica en comparación con Rusia y China, quizá los altos mandos pensasen que no merecían prestarles más atención que al terrorismo islámico.
Sin embargo, parece cada vez más claro que Estados Unidos cometió un error de consecuencias incalculables al despreciar la capacidad del desarrollo militar que podrían llevar a cabo sus antiguos adversarios. Es cierto que sabían de sobra que Rusia contaba con más cabezas nucleares que Estados Unidos, pero confiaban en que ni los rusos ni mucho menos los chinos podrían llegar a tener la capacidad tecnológica de lanzar un ataque relámpago capaz de poner de rodillas a los Estados Unidos de América. Desde luego, los analistas militares erraron en sus cálculos, pues no pensaron, o lo pensaron pero no lo creyeron posible, que tanto Rusia como China pudieran desarrollar armamento estratégico basado en la hipervelocidad.
¿Qué significa el concepto "desarrollar armamento estratégico basado en hipervelocidad"? Significa nada menos que desarrollar la capacidad de lanzar misiles con carga nuclear, capaces de alcanzar velocidades desde Mach-5 hasta Mach-25. Esto permitiría lanzar un primer ataque a gran escala contra Estados Unidos alcanzando objetivos estratégicos en un tiempo tan reducido que recortaría dramáticamente la capacidad de respuesta norteamericana: La velocidad de estas armas por sí sola representa un problema a la hora de autorizar el lanzamiento de un contraataque nuclear, pues en caso de un ataque dirigido contra su territorio, los procesos gubernamentales para dar la orden de ataque podrían ser insuficientemente rápidos para responder en tiempo y forma, dejando Estados Unidos a merced del fuego enemigo.
Ante esta situación, Estados Unidos debe dejar de lado la guerra global contra el terror, y centrarse en el desarrollo de nuevos sistemas defensivos frente a las amenazas antes descritas, basados en hipervelocidad. Esto debe hacerse de manera decidida sin reparar en costes, ya que la historia demuestra una y otra vez que no existe enemigo pequeño, y que prepararse para la guerra es la mejor manera de asegurar la paz. Esto lo vio muy claro Ronald Reagan con su Iniciativa de Defensa Estratégica, y los resultados de ese esfuerzo se vieron recompensados con creces. Cuarenta años más tarde, ¿comprenderán los Estados Unidos y sus aliados que la paz hay que asegurarla... preparándose para una guerra total?
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